En un blog del periódico británico The Guardian hablan de un par de restaurantes, uno en Hong Kong y otro en Miami Beach, que han introducido en su carta un menú especial para embarazadas… y no sé si me parece bien o mal.
Por un lado, son dos sitios en los que circula mucho dinero y gente a la que le gusta sentirse especial. E igual que hay menús para vegetarianos, bajos en grasa o sin gluten, las embarazadas supongo que son un colectivo más y a veces puede resultar un poco petardo ir a comer fuera y pasarse media hora con la carta intentando adivinar si este plato tendrá la carne o el pescado lo suficientemente hecho, si el queso será de leche pasteurizada, si el jamón será de origen fiable, si esto irá relleno de paté, etc.
Por otro lado, el embarazo es un estado, no una opción de vida o una enfermedad. Se supone que hay que llevar una dieta variada y no obsesionarse con miles de peligros acechantes en el plato y con el truco de «lo mejor para tu hijo», hay todo un negocio montado, desde vitaminas a cremas pasando por spas, cursos y miles de complementos, que te promete ser la embarazada más preparada y feliz del siglo.
En principio, la idea de pensar en las embarazadas está muy bien… pero ¿qué van a meter en ese menú y a cuánto lo van a cobrar? Porque modas y teorías sobre la alimentación de las embarazadas hay miles y pagar el precio de un menú normal por comer variaciones múltiples de brotes de soja con tofu o de pollo a la plancha con calabaza hervida acompañado de té de hinojo y menta puede desquiciar a la embarazada más zen…
En fin, que la idea no es del todo mala pero no creo que se lleve a la práctica en condiciones. Quien haya visto la alternativa vegetariana en muchos restaurantes podrá dar fe de que muchos piensan que los vegetarianos sólo son felices comiendo cosas verdes y que no les importa pagar el precio de un solomillo por un plato de lechuga con puntas de espárragos.
Lo que podría resultar muy útil es añadir una serie de símbolos o numeritos a los platos de la carta que aclaren si contienen productos no pasteurizados o crudos o simplemente no recomendados para embarazadas, igual que se ve en muchos restaurantes alemanes (incluso en la carta de bebidas): contiene cafeína, alcohol, ácido cítrico, huevo, nueces o gluten. Así se facilitan mucho las cosas y el comensal siente al menos que es libre de elegir sin incurrir en riesgos o volver loco a preguntas al camarero.
¿Qué pensáis al respecto?